viernes, 1 de febrero de 2008

Recordando a mi viejito...

Hoy se cumplen 22 años de la muerte de mi viejito querido y como recuerdo las charlas con el, siempre terminaba diciéndome, mi papá habla de cosas tan cotidianas pero siempre tan interesantes, porque por lo general uno no se detiene a pensar en esas cosas.
Mi viejito, fue boticario, desde los 9 años, se dedico a ayudar al abuelo en la botica San José, y allí fue aprendiendo a preparar las formulas de los preparados y hacer las papeletas y las cucharadas como las llamaban.
A la muerte del abuelo, quedo él con sus hermanos encargados de la botica y mi papa empezó a recetar a los enfermos que iban a comprar, les regalaba las muestras, los inyectaba y empezó a hacerse colas de gente que llenaban la cuadra, para recetarse con Manuelito, como lo llamaban en el pueblo, desde Maracay, Turmero, Santa Cruz, Villa de cura y pueblos aledaños, venían en su ayuda. En la casa también se apostaban a esperarlo, recuerdo, las conversaciones que entablaba con tantas madres, que les llevaban sus niños con diarreas, gastroenteritis, fiebre, etc., les daba tremendos regaños diciéndoles seguro no hiciste lo que te dije, que lo pusieras a dieta liquida, seguro le diste que si una galletita y el muchacho volvió para atrás.
Un día, hubo un pequeño incendio en la botica y todo el pueblo se aboco a ayudar, llevando envases con agua y sacando los mostradores y estanterías a la calle, logrando apagar el fuego, allí no se perdió ni una curita, realmente el pueblo se encargo de cuidar su botica.
Había otra Farmacia en el pueblo, por lo tanto los turnos eran ínter diarios, recuerdo a mi mamá que iba a ayudar los días de turno, la botica, quedaba a dos cuadras de la casa, Mi papa empezó a incursionar en la dentistería y tenia un equipo en la botica, recuerdo que quedaba al lado del cuarto del turno, cuanta gente, todavía a esta fecha, te dice, “mira esta corona, me la hizo tu papa, o este puente y esta intacto”
Mi papa se devoraba los libros en sus pocos ratos libres, sobre todo farmacopea y libros de medicina, su gran amigo, era el medico del pueblo, el Dr. Carballo, a quien le remitía los pacientes, cuando el veia que eran casos de cuidado, jamás cobro medio por sus servicios, para el era su vida poder ayudar a los enfermos, también ayudaba mucho a los extranjeros que llegaban al pueblo, enseguida los integraba a la comunidad.
A mi papa se le podía preguntar la composición de lo que quisieras saber y era como si tenia un casete en su mente, le podías preguntar por ejemplo, la composición de la amalgama y enseguida te la daba.

Preparaba las cucharadas para los vómitos, recuerdo que era un liquido amarillo, que lo envasaban en frascos de porcelana, la pomada san José, era la mas buscada, una pomada mentolada, que se usaba para los golpes y torceduras, después de preparar grandes cantidades, venia el proceso de envasarla en recipientes redondos pequeñitos, recuerdo de color verde, había un mesón de mármol, con estantes en las esquinas, donde estaban paletas de madera, corchos para los frascos, había algo, que semejaba un cocodrilo, de metal, que abría como la boca y dentro tenia ranuras de diferentes tamaños, donde se ponían los corchos y se cerraban a presión, para darles las formas. Se preparaban algo que nunca olvide, llamadas cataplasmas, que era como una crema color rosado, algo así como un caladril, eso se lo ponian a unas compresas de tela para ponérsela a los niños que se trancaban del pecho, como decían coloquialmente, recuerdo que en casa una de mis hermanas, padecía de algo respiratorio y había noches en que se despertaba con disnea, recuerdo que en la casa quedaba preparada en la cocina, religiosamente, una cajita contentiva de inyectadora, cuando no eran desechables, la lima para cortar la ampolla. Alcohol, algodón etc., para esos casos de emergencia, algunas veces, mi hermana se ponía muy mal y mi mamá la arropaba y se iba con la niña cargada a pie a la botica, cuando mi papa estaba de turno.


A mi me encantaba, ir a la botica, allí mi papa podía pasar horas en el mostrador hablando con alguien del pueblo, contando cuentos, cuando ya se desocupaban del trajín diario, recuerdo, que había un banco largo, delante de los mostradores, donde se sentaban los clientes mientras esperaban su turno para ser atendidos, también recuerdo, un inmenso bacalao de cartón que cargaba un hombre, tenia como un trípode que lo mantenía parado, era una propaganda de la emulsión scott. Recuerdo las balanzas antiquísimas, yo me robaba las pastillas pentro o sucret, estaban en unas gavetas que tenían las estanterías de madera, recuerdo un reloj, de manilla que me encantaba y un teléfono antiguo. Al lado estaba la casa de la abuela que se comunicaba con la botica, por el cuarto donde habían estantes gigantes llenos de frascos, también había el cuarto de la recetura, donde mi papa recetaba a los enfermos.

Mi papa era muy querido por su pueblo, no usaba carro a la hora de tener que ir a cualquier lugar, solo se paraba en el porche de la casa y enseguida llegaba alguien a darle la colita.

Recuerdo una anécdota que siempre nos contaba, la crianza que tuvo fue muy estricta, y a mi papa le encantaban las motos, en su casa había una y el ponía de noche una tablita en unos escalones que tenia la entrada de la botica, para sacarla a escondida y pasear por el pueblo, sin tener que encenderla para que no lo descubrieran. Una noche, andando en la moto, en una esquina quedo en medio de dos carros que chocaron y se fracturo una pierna, el nos contaba que lo que mas le preocupaba era el momento en que se enterara mi abuelo, de que el había sacado la moto, estuvo muchos meses convaleciente y siempre le quedaron secuelas de dicho accidente.
Así fueron transcurriendo los años, mi papa en su botica y en la casa atendiendo a su gente. Un día llevaron a la casa una notificación de algo que le prohibía seguir recetando ya que el era empírico, un familiar se había graduado de farmaceuta y precisamente fue quien puso la queja, ya que al montar su propia farmacia, empezó a notar que la gente acudía era a la San José. Por tradición, porque allí se le daban los medicamentos y por la fe que le tenían a papa. Cuando el pueblo se entero que mi papa ya no estaría en la botica, hubo protesta, pidiendo que lo dejaran seguir, pero concientes en que era razonable tal queja en la familia se decidió, que mi papá ya no recetara y como eso era la vida, para él, la orden fue, que si llegaba gente preguntando por mi papá, se le dijera que no estaba, sin que siquiera el se enterara, Mi papá recetaba dormido, regañaba a las mamas, hablaba de las indicaciones, con la misma paciencia que lo hacia, a la hora de explicar como administrar cualquier medicamento.

Poco a poco, se fue alejando de la Botica, a la vez que una de mis hermanas se graduó de farmaceuta y empezó a regentar la farmacia y mi papa empezó a irse por ratos pero solo a hablar con la gente, que solo saber que estaba allí lo iban a visitar y a consultar cualquier problema de cualquier índole.

En esos años, llego al pueblo la gente del banco provincial, buscando instalar una agencia y buscaron a mi papá para que los aconsejara de cual era la mejor zona donde instalarla, mi papa se ocupo en buscarles el terreno apropiado, donde lo construyeron y lo nombraron presidente consultivo, tenia mensualmente una reunión donde el sugería a quienes se les podía dar los créditos, siempre fue ad honorem , recomendó a la gente idónea, para trabajar en el banco, recuerdo al Sr., Saya, quien fue el portero del banco durante muchos años, ya de avanzada edad, no sabían como jubilarlo, andaba con su llave, toda desgastada con tanto orgullo, de haber sido el portero por tantos años en el banco .

Recuerdo una anécdota, que contaba mi papá, de un señor que encontró una mañana en la acera del banco y al preguntarle que hacia allí. El señor le dijo, que se había ido a pasar la noche, porque el tenia sus realitos en ese banco y que como era “provisional”, quería estar pendiente si lo quitaban y fuese a perder su dinero.
En esta nueva actividad y dedicado también a la ganadería, le sorprendió la muerte un 1 de Febrero, donde todo el pueblo impidió que fuese trasladado en vehiculo hasta el cementerio, la gente se encargo de llevarlo a su Botica, a los lugares que frecuentaba hasta su ultima morada.

Mi papa fue un padre ejemplar, quien siempre nos inculco, que el que quiera darse un gusto tiene que ganárselo con su trabajo, siempre decía, si yo fuese millonario y un hijo se va casar, así yo tenga para darle todo, no lo haría, porque el que se quiera casar, tiene que saber que tiene que ahorrar para poder hacerlo. El dinero fácil, es mal consejero. También decía: Mientras yo este vivo, Ustedes no tienen problemas y todo lo que hago es para que cuando yo no este, nadie pase trabajo, la mejor herencia que se le puede dejar a un hijo es su educación, porque si le dejas millones y propiedades, si no se educaron, no sabrán usarlas y lo perderán.

Recuerdo, que cuando yo me iba a Caracas a estudiar, y habia que equiparme de lo necesario para ello, mi papa me dijo: "Si te comes un plato de caraotas, te compro un juego de cuarto" el sabia que lo necesitaria para mi estadia en Caracas y como yo detestaba las caraotas... pues quiso que tambien me lo ganara... Por supuesto que me lo gane, pero con la nariz tapada, para no sentir el sabor de las caeaotas.

Lo que nuestros padres sembraron en nuestros corazones
No lo borra la distancia
Ni el silencio lo logra callar
Porque la distancia la supera
La presencia del cariño
Y al silencio lo vence
El recuerdo del ejemplo.


EL ÚLTIMO BOTICARIO
En más de una ocasión, me topé, con una desesperada madre. El vomito del infante
Regaba el concreto de la calle._ por favor joven… ¿Dónde vive “Manuelito”? luego de respondida la información, ella salía de prisa, era su ultima esperanza…
Los remedios que le habían recetado en el Centro de salud o dispensario, como se estilaba en aquel entonces, no lograban mermar la continua diarrea y el arrojo inmisericorde.
La escena se repetía… tres, cinco y hasta diez veces diarias. Yo, mientras tanto, como empleado de la tienda que quedaba muy cerca de la farmacia “San José”, los veia pasar.
… No te preocupes chica, eso son lombrices, dale tal y cual remedio, si no le salen, tráelo…!
¡Ah no te olvides de cocerle la agüita de arroz y la sopita de plátano verde.
Se intuía un hilo comunicacional de fe. La angustiada madre del pueblo, en su sencillez, percibía la bondad y el tacto de aquel hombre que imbuido, quizás por no se que espíritu superiorato, le dictaba a cuenta gotas, las indicaciones, que mejorarían a su bebe.
Tuve muchas pláticas con él, recuerdo que el tema era casi siempre el mismo. Yo empezaba a descubrir el “Socialismo”, que a mi juicio era, la única esperanza segura para el que menos tenia, para el desposeído y para todos…! El me cortaba la inspiración de mi arenga… Es muy fácil ser comunista aquí… ¿Por qué no te vas a Cuba, yo te costeo el pasaje de ida; eso si, el de regreso se lo pides a Fidel!
Me cuentan los abuelos, los más vetustos del pueblo, que el papá de Manuelito, también recetaba, no hay duda que el viejo, le legó en sus genes un don extraordinario: aliviar a sus semejantes.
Con tristeza miro a lo lejos, no vislumbro el relevo, creo que se marchó “El último boticario” el de la Farmacia “San José”.
Hoy camino por el mismo sitio que él anduvo, me encuentro con la misma mujer, algo encanecida, pero la recuerdo: me mira, me aborda ¿Señor… donde queda la casa del Sr. Manuel? Luego de responderle se marcha. Contra su pecho aprisionaba un ramo de calas y gladiolos, antes de irse, una evadida lágrima le surcó el rostro, entonces la voz se le quebró y me dijo… Estas flores son para el difunto….

El Ultimo Boticario, fue uno de los articulos, que publicaron, en los periodicos locales, a raiz de su muerte.
Fuente: Alejandro Ibarra

Despues de tanto tiempo, a mi papa no le faltan sus velas y sus flores, en su tumba.. su pueblo no lo olvida.. y en su familia siempre està presente.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es muy bonito, recordarse de alguièn que fue muy importante en la vida de la persona que lo relata, bueno de varias, porque en donde vivìa,(su pueblo), era y serà recordado por esa antigua generaciòn (por su pueblo), y la nueva generaciòn, siempre tendràn la oportunidad de oir a uno de sus sus familiares, que dicho abuelito fue persona muy querida y recordada, no solamente por sus recetas de la botica, sino por su gran alma y corazòn, para preparar siempre la receta adecuada, para las personas que las necesitaran y su gran conciencia de que nunca se le cobrara un cèntimo por ninguna de las muestras que el hacia.
Yo, pienso que ese gran abuelo, tiene que estar ahora, en un sitio muy especial, y les aseguro que en el cielo, tendrà una gran botica, Que Dios lo tenga en su santa gloria, y que Descanse en paz........, ojala hubiese hoy esa clase de personas............. Amèn.

Darella Osío K. dijo...

Al autor, del comentario dejado, en esta nota a mi Padre:
Que mas puedo decirte, que no sea, que me conmovieron en lo mas intimo, tus palabras.
Infinitas gracias

Joannie Ivonne dijo...

Hola Tía

Está hermoso tu relato... la verdad me hizo llorar, porque aunque o tuve la suerte de compartir muchos años con mi abuelito, me acuardo perfecto de su cara, su cariño y especialmente de las historias que me contaba echado en la cama limándose el codo.
Cómo extraño a mi abuelito. Ojalá hubiera podido conocer a mi Valentina y compratir con ella momentos increibles.
Bueno estoy segura que el está con todos nosotros ayúdándonos y cuidándonos desde el cielo, tal como lo hizo en vida...
Él sabe cuanto se le quiere y cuanto se le extraña...
Te queremos Manuelito...